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Antes de sus excesos y sus polémicas acciones, Diego Armando Maradona dio una muestra enorme de humanidad que ha quedado grabada en todos los aficionados al futbol, especialmente a los fanáticos del Nápoles de la Serie A italiana.
En la década de los 80, Maradona vivía sus mejores épocas como futbolista con el Nápoles. El Diego era el personaje más querido de esa ciudad italiana, pues había convertido a esta escuadra en el club más temido de todo el calcio.
En una ocasión, un aficionado se acercó a la directiva del Nápoles para pedir apoyo para su pequeño enfermo. Confiaba que el club de sus amores le daría la mano y lo acompañaría en este complicado momento, pero desafortunadamente Nápoles hizo caso omiso al padre del pequeño y no quiso apoyarlo.
El padre estaba devastado porque su equipo favorito le había dado la espalda cuando más lo necesitaba; sin embargo, no contaba con que Maradona se enteraría de su situación y decidiría ayudarlo.
El "Pelusa" convenció a sus compañeros de equipo y organizó un partido en beneficio del menor, sin contar con el respaldo del Nápoles. El partido se efectuaría en los suburbios de la ciudad, donde el dinero era escaso, pero la pasión por el Nápoles era mayúscula.
Nadie podrá olvidar la imagen de Diego Maradona calentando en medio de la fría lluvia para entrar a jugar. El partido, por supuesto, tuvo verificativo en un campo maltratado y lleno de lodo, como las canchas donde Diego arrancó su carrera.
Maradona no se guardó nada y dio un partidazo, marcando incluso doblete. Uno de los goles fue épico y hermoso, generando la emoción de la gente reunida, que corrió a abrazar al Diego que aún no caía en las garras de las drogas.
Finalizó el partido y Maradona se marchó cansado, empapado y lleno de lodo, pero con el corazón hinchado de satisfacción por haber contribuido a una buena causa, lejos de los reflectores que el futbol da.
