Mérida… de todo un poco: Paseo Montejo, Eladio’s Bar y Café Peón Contreras

Mérida… de todo un poco: Paseo Montejo, Eladio’s Bar y Café Peón Contreras

Llevo un rato sentado en la deliciosa sombra que proyectan los árboles de la Plaza Grande sobre la Calle 60, sentado justo frente a la imponente Catedral dedicada a San Ildefonso, no me canso de mirar su fachada y su hermoso escudo; sin embargo, no quiero ni moverme porque siento que el sol me quiere rostizar, en venganza por el pollo a la leña que la noche de anoche devoré, acompañado de unas deliciosas cebollitas moradas, tan típicas de la Península de Yucatán.

 

Más de 30 grados centígrados y una humedad tan intensa, no permiten al cerebro mayor concentración que en la botella de agua helada que me permitirá aguantar el recorrido por el Paseo Montejo, para después disfrutar de la suculenta y variada gastronomía yucateca.

 

Subimos al turibús con cierto temor de cocinarnos en vida, pero con la expectativa grande de conocer un lugar que solo en televisión he visto y que años de esperanza me impulsaron a venir.

 

El Paseo Montejo está lleno de sorpresas, casas de todo tipo, con un halo resplandeciente las más claras. Entre todo el recorrido, una que destaca por su belleza y estilo arquitectónico es el Palacio Cantón, que según nos cuenta el guía es usado como museo. Una construcción porfirista cuya estructura atrae la mirada inconscientemente y genera en mi cerebro una etiqueta de imagen eterna, que me servirá para comparar toda aquella construcción que sea de mi agrado.

 

Termina el recorrido, pero el calor nos hace una marca personal, es nuestro anfitrión. Dicen por ahí que “sin quejas las vacaciones funcionan mucho mejor” y es verdad, hay que aprovechar el clima, no pelear con él.

 

Hace calor y el cuerpo lo sabe… que mejor que una fría y espumosa cerveza para mitigar sus efectos, acompañadas de sus respectivos platos peninsulares. Para ello, nada mejor que “Eladio´s Bar”, una cadena muy peculiar de bares, que sirven cocina yucateca para “picar” y tu trago favorito. <Antes de partir a Mérida, un grupo de amigos me contó este secreto a voces, emeritense, de tomar un par de cervezas y comer en abundancia, al estilo de las cantinas de la Ciudad de México>

 

Entre tantos platillos que nos sirvieron para picar, mientras escuchábamos música en vivo y luego a un cómico de la región –muy bueno, por cierto-, recuerdo unos deliciosos panuchos, un par de Salbutes de pollo, Poc Chuc, Pollo Pibil y un poco de pavo en Relleno Negro, pero había decenas de platillos más que no me aventuré a paladear, pensando seriamente en mi salud, por aquello del exceso. Pero una papita en escabeche iluminó mi camino. Algo tan simple con un sabor tan intenso, tan diferente a todo lo que en mi vida había comido, fecho mi corazón y mi estómago, así que prometí volver… y volveré.

 

La tarde-noche nos vio salir de Eladio’s Bar y emprender una caminata con mayor parsimonia que horas antes. La comida, la cerveza y el clima cálido pero moderado, nos dejó emprender el camino del consumismo, entre las calles del Centro Histórico encontramos guayaberas, tan típicas de Mérida, Xtabentún –así se llama al licor de origen ancestral maya, extraído de la planta del mismo nombre- de diferentes tipos y preciso, pero nos decidimos por el Yumbab, que tiene miel de abeja y que deja un delicado sabor en la boca. Se dice que esta bebida ayuda de manera importante a la digestión y por eso adquirimos dos.

 

Luego de una hora caminando encontramos en nuestro camino la Calle 57-A y Parque Santa Lucía, donde había unas mesitas bendecidas por la sombra y el viento peninsular y decidimos sentarnos para beber un café y continuar la charla de las maravillas de esta hermosa ciudad.

 

Se trataba del Café Peón Contreras, que según nos explicó nuestra amiga y guía la Maestra Leticia Urbina, es una parte de uno de los teatros más representativos de la ciudad de Mérida y del estado de Yucatán, que lleva el mismo nombre “José Peón Contreras”, en honor a este celebre poeta, novelista, dramaturgo, ensayista y médico.

 

El lugar es en sí mismo un museo viviente, con elementos de la época de su inauguración, el 21 de diciembre de 1908, que aparecen como reliquias colgadas en el interior del café, el cual tiene también entrada al teatro.

 

El mar no está lejos de la ciudad, acaso hay que recorrer 40 kilómetros o 50 minutos en automóvil, pero ese recorrido será en otra ocasión.

 

Viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com

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