La bronca de Trump con la 4T puede costarnos la hambruna

La bronca de Trump con la 4T puede costarnos la hambruna

Casi cien años han pasado desde que México no sufría una agresión diplomática de este tamaño. Pero en aquel 1923 las condiciones eran diferentes. Los obregonistas necesitaban el reconocimiento internacional a su movimiento triunfante. Querían deshacerse de Adolfo de la Huerta, presidente impuesto, y la única forma era recibir el armamento para hacerle frente. Los gringos aceptaron proveer las armas con la condición de que los sonorenses firmaran los Tratados de Bucareli, un documento al que siempre se opuso De la Huerta, ya que contenía la obligación de seguir siendo una economía pastoril, inhabilitada para producir bienes de capital o armamentos bélicos. Los gabachos no querían competidores en su frontera.

 

Los obregonistas aceptaron de buena gana, con la suerte posterior de que el Senado de Estados Unidos nunca lo firmó. Pero en la práctica, los anexos de los Tratados fueron respetados durante cincuenta años. Cuando el plazo se cumplió, en 1973, no teníamos una base industrial para despegar. Las cosas se quedaron así. Hasta la fecha.

 

Nuestra economía, subordinada a los intereses de la metrópoli

 

‎Los Tratados de Bucareli convirtieron a la Revolución triunfante en un simple golpe de Estado. Nunca despegó. Un estudio objetivo de la planta productiva mexicana nos hace evidente nuestro bajo desarrollo en industria pesada. Las maquiladoras dependen de la importación de insumos para la producción.

 

Sólo ensamblamos lo ‎que se produce fuera de nuestro territorio. Simplemente favorecimos las inercias para que los trabajadores agrícolas abandonaran sus tierras. Cuando llegamos, nos encontramos con una economía totalmente subordinada y complementaria a las necesidades de la metrópoli.

 

Más fácil una Tercera Guerra Mundial que no firmar el T-MEC

 

Pero el tamaño del oprobio de lo que ahora vivimos, no tiene parangón. Y todo, por no estudiar. Desde la aceptación de las condiciones migratorias inhumanas con los centroamericanos y el condicionamiento de los sindicalistas estadounidenses para lograr la aprobación de un tratado comercial que sólo beneficia a un grupo de productores locales, esto no tiene comparación.

 

a sombra de la aplicación de los aranceles comerciales , imposible desde todos puntos de vista --pues dice el Nobel Paul Krugman que es más fácil una Tercera Guerra Mundial que no firmar el aquí llamado T-MEC--, operó como un eficaz distractor para que nuestra clase política local sacara todas las rajas.‎ Un punto a favor del rancho grande.

Pero la amenaza de considerar terroristas a los grupos de narcotraficantes más conspicuos de la aldea, rebasa toda proporción.

 

Se trata de una operación de Estado para la que Donald Trump no está preparado. Hay demasiadas dificultades que operan en su contra. Tienen que aprobarla casi todas las dependencias de un aparato gubernamental que no lo traga, y que lo tiene bajo la mira de la destitución o impeachment. Así, casi idéntico a como nunca pudieron haberse dado las inicuas agresiones tarifarias.

 

México nunca debió aceptar las guerras contra el narcotráfico

 

Los Estados Unidos dependen estructuralmente de la población mexicana, la de los migrantes que están allá y la de los visitantes cuyas divisas alientan el empleo gringo en proporciones inimaginables. Más que el gobierno gringo. Por eso no puede ser.

 

Pero cuando se habla de una incursión en nuestro territorio para salvaguardar la vida, los bienes y la integridad de nacionales gabachos, las cosas cambian. Las amenazas pueden contar con la aprobación de todas las fuerzas estadounidenses, toda vez que se trata de un principio inalterable de seguridad nacional.

 

Es ocioso ya discutir sobre razones que debieron haberse combatido a su tiempo. México nunca debió aceptar las guerras contra el narcotráfico, pues se trataba de una materia que jamás fue de nuestra competencia. Los productores nacionales de opiáceos eran asunto nuestro. El paso hacia su territorio y su consumo, son materia de sus leyes, no de nosotros.

 

Innecesaria la lucha cuerpo a cuerpo. Un ataque con drones basta

 

Pero esa discusión por lo visto ya se perdió. Nunca existió en México una clase política y diplomática dispuesta a dar esa batalla de dignidad. Y ahora deben sufrirse unas consecuencias que de suyo ya eran inaceptables. Porque el vandalismo de los grupos delincuenciales rebasó las fronteras y atenta contra las reglas diplomáticas.

 

Y no se trata de una invasión cuerpo a cuerpo. Afganistán está a 15 mil kilómetros de distancia de los Estados Unidos y, sin embargo, los misiles estadounidenses llegan con precisión matemática a cualquier residencia de narcotraficantes en aquellas tierras.‎ Imagínese usted lo que puede pasar aquí, que estamos pegados. Ya boletinarán que se trató de un corto circuito en las habitaciones de cualquier narco.

 

De diferendo industrial a ayuda para importar alimentos básicos

 

Pero ése no es el problema. El fondo es más delicado. Porque si en 1923 las condicionantes versaron sobre la petición de armas, hoy es diferente. Ahora se trata de la subsistencia pura y dura. Lo que ayer fue un diferendo industrial, hoy pasa a ser un asunto que tiene que ver con una economía devastada, que requiere ayuda para importar alimentos básicos.

 

Nosotros no lo queremos ver en su exacta dimensión, pero ese es el problema. No se trata de posturas diplomáticas ni de arrebatos soberanos, es la imposibilidad de hacerle frente cuando nos encontramos en la cuarta pregunta de la posibilidad de supervivir en este país. Los granos básicos se acaban y nadie puede asegurar que el próximo año no esté entre nosotros una hambruna imposible de afrontar.

 

Y eso tampoco se cura con manifestaciones de apoyo en el Zócalo, con “otros datos” o con chistes socarrones. Llegamos hasta aquí porque las consignas del “¡fuchi guácala!” y de los “abrazos no balazos”, calaron hondo‎ en el ánimo de todos los cuerpos de seguridad estadounidenses que vienen estudiando al Caudillo desde hace ya muchos meses.

 

AMLO, visceral, sin lógica, intuición, formación ni información

 

Y nadie del círculo íntimo pudo decirle al Caudillo lo que estaba sucediendo en materia de seguridad nacional del otro lado del Bravo. Todos se quedaron callados, hasta que el culiacanazo los arrasó como flores del pantano. El colmo, lo de los LeBarón, agraviados por las mismas oficinas de bots presidenciales, fue el colmo de la estulticia. Y ahora aquí estamos.

 

Todo esto que pasa hoy, pudo haberse evitado si se hubiera tenido lógica, intuición y algo de formación. Pero los gobernantes no vieron nada. El político visceral, menos. Los pensamientos lineales, la falta de prospectiva, diseñaron un barco a la deriva.

 

Aferrados en la creencia de la omnipotencia del Estado, en la lealtad de las Fuerzas Armadas, que también tienen un límite, todo lo que pasa hoy pudo haberse evitado con humildad, sensatez y visión primaria de corto, mediano y largo plazo. Intuyendo el daño que se hacía a la Nación, antes que privilegiar las ínfulas personales.

 

A sufrir las consecuencias durante varias décadas, si bien nos va

 

‎El tamaño del reto por no haber actuado es inconmensurable y difícil de remediar. En doce meses se destruyó la economía, se desafió el hambre, se desgajo la convivencia pacífica entre los sectores de toda la población y se menguó la capacidad de defensa soberana.

 

México deberá sufrir las consecuencias durante varias décadas, si bien nos va. Estamos en el trayecto de un túnel que no parece tener fondo. El país entero deberá hacer un nuevo acuerdo para la supervivencia.

 

¿No cree usted?