Fiscalías para el feminicidio

Fiscalías para el feminicidio

Tres días después de presentada la idea de la fiscalía especial sobre feminicidio en la mañanera, López Obrador se pronunció el martes 18 al respecto: “Sí, pero eso corresponde a los congresos estatales, federal, corresponde a los gobiernos de los estados, a la Fiscalía General de la República. Yo lo veo muy bien y todo lo que se haga para conseguir la paz y la tranquilidad, lo vemos muy bien y vamos a seguir ayudando en todo”.

 

Aquí se apuntó el día 14: “Por lo demás la tal ‘furia feminista’ casualmente (¿o causalmente?) sólo se expresó al exterior de Palacio Nacional durante la mañanera del presidente Andrés Manuel, quien aprovechó la pertinente insistencia de Frida Guerrera para dar a conocer su decálogo sobre tan grave tema. Desaprovechó, a mi juicio, la sugerencia de la activista para respaldar la formación de una fiscalía especializada sobre feminicidios y violencia. La Fiscalía General de la República es autónoma, pero López Obrador tiene atribuciones para sugerir.”

 

No pretendo atribuirme nada, seguramente confluyeron para que se reprodujera muchas voces de los feminismos –incluido el de la provocadora y sectaria “cuarta ola” con los rostros escondidos y que reunió apenas a 40 muchachas el martes 18–, amén de la sensibilidad presidencial..

 

No deja de ser harto contradictorio que no pocas voces que lucharon por una fiscalía federal y capitalina autónomas, sean ahora algunas de las que exigen que AMLO la respalde con su muy influyente voz.

 

Como también lo es que diversas voces que muestran hipersensibilidad sobre lo que llaman “militarización del país”, un fenómenos que especialistas ubican que comenzó en 1821, ahora exigen que las fuerzas armadas intervengan decisivamente frente al feminicidio como una emergencia nacional, “como si se tratara de un gran sismo”. Difícil de encontrarle coherencia a tales conductas, que no sea por el agobio y la desesperación que genera el alza de los feminicidios y la bestialidad mostrada en el caso de la niña Fátima, también en el de Ingrid Escamilla. Lo que no impide preguntarse qué hacía Escamilla con una bestia como su pareja durante años.

 

No le falta razón a Obrador al subrayar que su gobierno trabaja para combatir las causas de la violencia con el objetivo de tener una sociedad más justa e igualitaria. Ya inició la transformación y todos estamos haciendo un esfuerzo, nada más que se solapó la corrupción por mucho tiempo y problema que se soslaya, estalla. Todo lo que está sucediendo es “el fruto prohibido” de un régimen de corrupción, de injusticias y de privilegios.

 

A lo largo de casi 16 años aquí se insiste en que el mayor daño producido en México por el capitalismo salvaje y de compadres no se localiza en las privatizaciones sin límite por medio de ventas de garaje, el saqueo de los bienes nacionales en beneficio de los dueños de México y los seis gobiernos federales que, desde 1982, los apadrinaron y encumbraron en la lista de Forbes.

 

No, estriba en un modelo económico que hizo del individualismo a ultranza, la competencia ilimitada, la codicia, el lucro desmedido y el consumismo hedonista, algunos de sus parámetros.

 

Mientras el espíritu solidario de los pueblos y barrios, los lazos comunitarios en las colonias y ciudades no ganen terreno frente al culto a la violencia que reproducen la familia, las iglesias, la escuela y la mediocracia; en tanto la sociedad en todas sus expresiones organizativas y el Estado mexicano no converjan en el combate a la violencia, el futuro será incierto.