El peligroso discurso de la seguridad

El peligroso discurso de la seguridad

La fórmula más sencilla para cualquier candidato es apostarle a la seguridad como promesa de campaña.

 

Pero en tamaño problema se mete el aspirante a diputado local, federal o presidente municipal que prometa algo que escapa de sus manos.

 

No me malentiendan, por supuesto que la inseguridad es el problema número uno del ciudadano, según encuestas, y por supuesto que es urgente que las autoridades tomen cartas en el asunto.

 

Pero la mejor recomendación en comunicación política, al respecto, es la de abordar el tema de manera realista en la solicitud del voto.

 

No puede, sin embargo, sustentarse una campaña local en el combate a la inseguridad. No es la bandera recomendable.

 

En una entrega pasada hablábamos de la identidad, y un candidato puede construir su identidad como un candidato que promueve la seguridad, pero de ahí a proponer como eje rector de la comunicación de la campaña la seguridad, es un error.

 

Por eso también es un error cuando la oposición, de cualquier partido, critica sin ningún tipo de restricción o análisis serio la escalada de violencia.

 

A nivel nacional operan 10 bandas del crimen organizado, según la Unidad de Inteligencia Financiera.

 

Y estas bandas están en constantes enfrentamientos debido a la pelea de plazas.

 

Imaginemos al candidato a presidente municipal prometiendo a sus electores la seguridad de la ciudad basándose en que no hay una confrontación entre grupos del crimen organizado.

 

Pero imaginemos también que de pronto la pelea por la plaza desplaza a los unos como a los otros, y estos caen justamente en el municipio donde se ha prometido paz.

 

En nuestro ejemplo, el alcalde incumplirá su promesa de campaña sin importar qué tanto haga para detener el avance de esta organización criminal.

 

Insisto, no se trata de que el candidato no aborde la inseguridad y el futuro presidente municipal se deslinde del tema.

 

Para nada.

 

Solo que la comunicación no debe tener a la seguridad como eje rector discursivo, debido a la volatilidad del cumplimiento de la promesa.

 

Claro, es muy diferente la prevención del delito o la construcción de espacios de paz.

 

Integrarlos en el eje de discurso es digno de aplausos, pues ambas acciones pueden ejecutarse.

 

La seguridad, la reducción del clima de violencia en una ciudad o municipio implica una enorme cantidad de variables que difícilmente se pueden controlar o contener.

 

Por esa razón, si hay que establecer comunicación al respecto, esta es sobre la prevención y la disuasión.

 

Los Gobiernos Estatales, o más bien, los aspirantes a gobernadores, no pueden caer en ese rubro por cierto.

 

Y menos los candidatos a Presidentes de la República.

 

Los alcances de acción de un gobernador o de un presidente son muy superiores a los de un edil.

 

Para estas dos autoridades, evadir el tema de seguridad no es opción.

 

Pero en el caso de las autoridades locales, al menos en el discurso político, no es recomendable hacer de la seguridad el eje rector de la campaña.

 

Son muchas variables que un edil no puede controlar.

 

Mas eso no significa tirarse a la hamaca. Hay que construir un gobierno con inteligencia en materia de seguridad, lograr la disuasión y detener criminales.

 

Y claro que hay que anunciarlo.

 

La estrategia de comunicación permite decidir sobre qué temas concertar el mensaje y la repetición del mismo.

 

Buenos gobernantes son los que bien comunican, y además lo hacen con honestidad.

 

Y hay que ser honesto sobre la inseguridad, por ejemplo.