Tolerancia cero al vandalismo

Tolerancia cero al vandalismo

A los manifestantes del 10 de junio de 1971.

 

Cuando menos desde el 1 de diciembre de 2012, con motivo de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto en San Lázaro, vandalizar el Centro Histórico de la Ciudad de México forma parte del paisaje de la capital de los mexicanos.

 

Recuerdo que el aún jefe de gobierno Marcelo Ebrard dijo: “La ciudad no se merece esto”. Por supuesto que no, ni entonces ni ahora. En los trascendidos de los diarios se volteó la vista hacia José Murat como autor intelectual, quien ya negociaba el Pacto por México con sus 13 “reformas estructurales”. Y luego este oaxaqueño y el hidrocálido Jesús Ortega Martínez se disputaban ser los padres del pacto, del que hoy ni Enrique Kruze ni el pendejeador Héctor Aguilar Camín –Oligarcamín, le llama ahora Hernán Gómez Bruera– se atreven a defender con todo y la dolorosa pérdida de privilegios y canonjías de Palacio Nacional.

 

Ocho años continuos de tolerancia casi ilimitada de las autoridades capitalinas (Miguel Ángel Mancera y Claudia Sheinbaum) al vandalismo que desde entonces se parapeta en el “anarquismo” –seguramente sin conocer los rudimentos de lo que en México representaron Ricardo, Jesús y Enrique Flores Magón–, paga ahora sus consecuencias.

 

Más aún si los medios cuando no son agraviados sus representantes como sí sucedió el lunes 8 con la fotógrafa María Luisa Severiano, contemporizan informativamente con los vándalos y algunas televisoras transmitieron minuto a minuto los desmanes cometidos durante cuatro horas por un centenar de dizque anarquistas en Polanco, Paseo de la Reforma, Juárez y hasta el Zócalo. Es más probable que usted sea astronauta que verídica la careta que usan los vándalos que, además, son cobardes pues enmascarados destruyen cámaras de vigilancia, monumentos históricos como el Hemiciclo a Juárez, agreden a colegas que realizan su trabajo para subsistir, roban en tiendas bebidas alcohólicas y botanas, e intentan asaltar a colegas, como sucedió el día 8. No hace mucho incendiaron una librería, tal y como lo hacían los hombres del austriaco pintor frustrado que fue Adolfo.

 

Y el enjambre de organismos no gubernamentales –no pocos son pro empresariales y éstos los subsidian y hasta los dirigen, como Mexicanos contra la Corrupción de los Claudio X. González–, brilló por su ausencia a excepción de la Brigada de Paz Marabunta, en primer lugar la capitalina Comisión de Derechos Humanos que preside Nashieli Ramírez Hernández. Por lo visto los agentes policiacos, trabajadores bancarios y empleados del comercio no tienen acceso al derecho humanitario que practica Ramírez.

 

Salvo su mejor opinión, resulta incomprensible que un millar de elementos policiacos fueron insuficientes para neutralizar por medio del encapsulamiento –que algunas ONG consideran “represivo”–, al centenar de vándalos y asaltantes parapetados en una causa justa, legítima, como es la denuncia de los excesos de un policía contra la adolescente Melanie, afuera de la Casa Jalisco el sábado 6, hecho que oportunamente fue condenado por la jefa de gobierno y la jovencita dada de alta del hospital.

 

Si los beneficiarios del derecho a la libre manifestación que son millones de mexicanos porque en la capital confluyen las peticiones de casi toda la geografía nacional, y las autoridades que están obligadas a garantizarlo, mas siempre respetando el derecho al libre tránsito de los capitalinos, no logran sumar voluntades para poner un alto infranqueable a las provocaciones vandálicas, lo lamentaremos más temprano que tarde.