Dreamliner 787-8: El palacio para los cielos

Dreamliner 787-8: El palacio para los cielos

Enmudecieron los que ovacionaron puestos de pie y hasta con lágrimas a Enrique Peña Nieto, durante la lectura del mensaje político del VI Informe de Gobierno (3-IX-18), y muchos más beneficiarios de sus políticas y que no asistieron a la faraónica ceremonia, al ser exhibido a los reporteros el Boeing Dreamliner 787-8 que transportó a EPN y su séquito durante cuatro años. Esto en el ex Hangar Presidencial y ahora Base Aérea Militar 19, al concluir la mañanera del lunes que tuvo como fondo escenográfico al orgullo de Felipe Calderón y Peña.

 

El presidente Andrés Manuel lo describe como “el palacio para cielos” y eso que ni siquiera lo visitó, lo conoce por los videos de Boeing para promocionar su venta y que fue posible ver en varias mañaneras, debido a que es “ejemplo de los excesos que se cometieron en el periodo neoliberal… Es un insulto al pueblo de México habiendo tanta pobreza”.

 

Llama la atención que lo más deplorable para López Obrador fue “el nivel de irracionalidad, de enajenación con el lujo y los privilegios” que se tuvo para denominarlo “José María Morelos y Pavón, quien encarnaba la lucha por la igualdad, cuando pudo llevar el de Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz o de Carlos Salinas de Gortari, porque tendría más apego a la realidad”. Cierto, hasta en eso el cinismo ilimitado no tuvo madre ni padre. O bien rendían culto a la máxima del Grupo Atlacomulco: Un político pobre es un pobre político, como dijo otro ícono mexiquense de la corrupción, Carlos Hank González al que todavía rinden reverencia.

 

Para AMLO “El propósito de hacer esta rueda de prensa con el avión de fondo es para dar a conocer al pueblo de México cómo se mal gobernaba al país, cómo había lujos en el gobierno durante todo el periodo neoliberal. Los funcionarios vivían colmados de privilegios, de atenciones. Era un gobierno de ricos para ricos con un pueblo pobre.” Y puso el ejemplo reiterado de que “usaban helicópteros oficiales hasta para ir a jugar golf”. Lo hacían una o dos veces a la semana, en Valle de Bravo, Peña y su amigo del alma Luis Miranda Nava, quien siempre perdía los juegos por tanto tequila ingerido y acusaba “¡Cómo eres pendejo presidente!” El ahora diputado Miranda terminaba pagando la apuesta de 35 000 pesos.

 

Para algunos beneficiarios de los programas y prácticas del capitalismo salvaje en su modalidad “de compadres”, como el todólogo Leo Zuckermann, se trata –junto con el juicio a Emilio Lozoya Austin– de un show, en lo que AMLO presuntamente es experto. Dice el analista que además se cree chistoso, “Los espectáculos presidenciales eclipsan los enormes problemas de su gobierno: el mal manejo, cada vez más evidente, de la pandemia del covid-19 y el derrumbe de la economía que comenzó desde que canceló el aeropuerto de Texcoco”.

 

En tanto que para el solemne Luis Rubio, en coincidencia con su hermano ideológico dice que “De la corrupción generalizada e impune pasamos a la corrupción centralizada y purificada. Lo que queda es la misma corrupción de siempre: solo los adjetivos cambian. Comienza el circo en torno a la detención y extradición de Emilio Lozoya, pero la corrupción permanece”.

 

Exhibidos sus paradigmas como gobernantes, no le queda al par más que caricaturizar el decidido, complejo y hasta contradictorio combate a la corrupción por AMLO, mismo que también incluye a los de casa, como Carlos Lomelí Bolaños, exdelegado de Jalisco, sancionado por cuarta ocasión por la Secretaría de la Función Pública, a través de dos de sus compañías de distribución farmacéutica, por incurrir en irregularidades en procesos de licitación para obtener contratos con instancias gubernamentales.