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Un día como hoy, pero de 1879, nació uno de los revolucionarios más importantes e influyentes de México. En Anenecuilco, Morelos, vio la luz por primera vez “el Caudillo del Sur”, el gran Emiliano Zapata.
Cosas buenas y malas se pueden decir de Zapata, pero lo que es una realidad es que este revolucionario tiene un lugar grabado con letras de oro en la historia de México, sobre todo por la defensa de la justicia, la tierra y la libertad.
Conocía las carencias del campo, por lo que comenzó a incursionar en la política hasta que fue electo “calpuleque”, que en náhuatl significa “jefe”, para comandar la Junta de la Defensa de las Tierras en Anenecuilco.
La promesa de Francisco I. Madero de devolverle las tierras a sus originales dueños hizo que Emiliano Zapata se uniera a la Revolución Mexicana, que fue también motivo para que Madero y Zapata comenzaran a tener diferencias.
Madero parecía no cumplir con los acuerdos y Zapata, con golpe en la mesa incluido, exigió que las tierras regresaran al pueblo. Tras el asesinato de Madero, Zapata se convirtió en uno de los revolucionarios más importantes para sacar del poder a Victoriano Huerta.
Murió traicionado por Jesús Guajardo, un 10 de abril de 1919, cuando por la espalda y con emboscada recibió balas que lo convirtieron en una leyenda que aún retumba en las clases oprimidas, en el campesino despojado. Todo al grito de “¡La tierra es de quien la trabaja!”.
