El envalentonado Felipe Calderón

El envalentonado Felipe Calderón

“Soy un perseguido político” juró ante su periodista de cabecera desde 2006 cuando menos, el expresidente Felipe Calderón. Abundó con Gómez Leyva: Lo que existe por parte del presidente Andrés Manuel “es un hostigamiento político”, no se han cansado de sacar calumnias todos los días, “esto no es justicia ni deseos de acabar con la corrupción. Es (sic) ganas de revancha política”. Envalentonado el exjefe y amigo de Genaro García Luna pidió a López Obrador no esperar a una consulta pública para que sea juzgado, eso es un acto arbitrario y “palabras de un déspota”, se debe aplicar la ley y realizar un juicio. “¡Nos van a hacer los mandados, Ciro!”

 

Y ya entrado en desplantes, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús dijo: “No soy el mandatario que anda saludando a la mamá de el Chapo, no liberé ningún criminal en ninguna circunstancia”. Y más del supuesto demócrata: “Si no tiene pruebas que se calle”, superando así el “¡Cállate chachalaca!” de AMLO (17-III-06) frente al febril activismo de Vicente Fox como presidente para apuntalar al alicaído Felipe como candidato presidencial, sólo que a AMLO lo lincharon mediáticamente y no pocos “analistas” atribuyeron la derrota (o fraude electoral) a ese atinado juicio.

 

Como pésimo practicante de la futurología política, el marido de Margarita Zavala perjura que “vamos a quitar la mayoría al partido del presidente”. Juramento que en otras palabras realizó la señora (“¡Yo sí sé cómo derrotar a López Obrador!”) e hizo el ridículo al retirarse por extrema debilidad, en tanto que el INE dirigido por Lorenzo Córdova le perdonó miles de firmas que eran falsas.

 

Por cierto, el lenguaraz de Calderón Hinojosa –¿Por qué tan calladito Vicente Fox, con Hacienda no juega al hocicón?– no fue molestado por ninguna autoridad ministerial mexicana o venezolana por la propuesta que hizo a la rebelión armada en ambos países (30-VII-20). Estefanía Veloz tiene razón cuando sostiene en De buena fe (Canal 11, 10-VIII-20)  que llamó al golpe de Estado porque las rebeliones en América Latina son populares y, agrego yo, estos tecnócratas del PRIAN movilizan pequeñas minorías.

 

Todo lo anterior fue porque AMLO postuló en la mañanera del lunes 10, que con las revelaciones que están surgiendo en el proceso contra García Luna, detenido en Estados Unidos, se puede hablar de que en su momento había un “narcoestado” en el país, con un gobierno que estaba “tomado” y al servicio de la delincuencia.

 

Certero o equivocado el uso del concepto que no pocos analistas enseguida buscan dictar cátedra harto interesada, ideologizada, como Jorge Fernández Menéndez –de quien sus críticos dicen que recibía 70 mil pesos mensuales de la Secretaría de la Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña–, al autor institucional de la costosa y sangrienta “guerra contra el narcotráfico” (para fortalecer al Cártel de Sinaloa) no se interesó por el vital tema sino por poner a salvo su desacreditado nombre y gobierno y esto porque ahora la mayoría de los mexicanos lo consideran producto del fraude electoral de julio de 2006.

 

Que no coma ansias el enardecido michoacano de Morelia ya que por quinta o sexta ocasiones AMLO deja claro lo siguiente: si en las investigaciones en curso surgen más implicados, "eso ya no me va a corresponder a mí; si en el caso de García Luna o en el caso de (Emilio) Lozoya están implicados los expresidentes, eso sería un asunto de carácter estrictamente judicial. ¿Qué tanto son responsables los expresidentes? Pues eso va a salir de las investigaciones”.

 

O dicho en lenguaje presidencial llano: No soy alcahuete de nadie.