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La pérdida de tiempo es la carta de presentación del Gobierno de México, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, quien se ha consolidado como el líder rezagado a nivel mundial.
López Obrador es como ese alumno que no pone atención, que no aporta a la clase y que todos los días entrega la tarea con rayones y sucia.
La crisis sanitaria por COVID-19 ha evidenciado que López Obrador no tiene capacidad de reacción. Deja todo a la suerte y culpa a factores externos de su falta de liderazgo.
Estos momentos complicados por el coronavirus eran adecuados para que el presidente demostrara por qué mucha gente lo tiene como un “mesías”, pero ha perdido el tiempo como pocas veces se ve, lo que tiene a México en la lona.
Mientras otros países, algunos emergentes como México, se hacen esfuerzos por encontrar una vacuna, López Obrador parece no interesarle el bienestar de la nación, pues no ha emprendido una sola acción para que nuestro país diga presente en la lucha contra el COVID-19.
Rusia ya le ganó la partida al mediocre Donald Trump, pero aún con su marcada falta de talento, el presidente de Estados Unidos ha hecho mucho más que López Obrador.
Qué le costaba al presidente destinar una gran partida económica a la UNAM, al Politécnico o a cualquier universidad pública para investigar y obtener una vacuna. Talento hay de sobra en los investigadores mexicanos.
Tanto talento hay que prefieren ir a un país extranjero donde sí los apoyan.
Una buena idea era destinar recursos a la investigación inmediata y poner a concursar a las grandes universidades, prometiendo bonos a la institución y premios jugosos a los investigadores que obtuvieran una vacuna.
De esta manera, el coronavirus sí le hubiera caído como anillo al dedo a la Cuarta Transformación, como aseguró López Obrador.
Pero López Obrador prefirió quedarse mirando que consagrarse como un buen presidente. Hoy es un pobre “líder” desgarbado que hace homenajes inútiles a víctimas del COVID-19 en un patio solitario.
