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El deporte, desde su origen, es sinónimo de competencia. En un mundo ideal, las diferentes disciplinas deportivas deben ofrecer la oportunidad de que cualquier competidor aspire a la victoria, algo que ya no sucede en el deporte moderno.
Desde el futbol soccer hasta el automovilismo, pasando por el box, vemos el dominio absoluto de equipos, escuderías y atletas que gracias a “billetazos” están dominando el deporte, dejándolo sin esa chispa de competencia y emoción que se necesita.
Veamos el caso del futbol europeo con dos ejemplos. En Inglaterra tenemos al Manchester City, un equipo sin mucha historia que gracias a la enorme cantidad de dinero recibida desde hace una década ha dominado la Premier League, haciendo de esta competencia un poco aburrida.
En España tenemos al Barcelona, que con Lionel Messi en la cancha deja sin sabor a LaLiga, pues en cada juego se sabe de antemano que el club catalán no tendrá rival en la cancha, algo que incluso es aplaudido por algunos aficionados, que han dejado el amor por una playera para centrarlo a un jugador.
En la Fórmula Uno tenemos el caso de Mercedes y Lewis Hamilton, que aprovecharon una laguna en las reglas de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) para crear un monoplaza infinitamente superior al resto, lo que garantiza que los triunfos sean constantes para el británico, causando hartazgo entre los fanáticos de esta competencia.
En el box tenemos a pugilistas como el mexicano Saúl Álvarez, que está muchos escalones arriba de sus rivales y no encuentra rival que le haga hacer un mayor esfuerzo, como sucedió en su momento con Floyd Mayweather, quien con peleas terriblemente aburridas lograba triunfo tras triunfo.
Es tal vez momento de replantear la manera en la que se maneja el deporte profesional, pues esa esencia de competencia no está presente ya en estos momentos.
