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Mucho se ha hablado de la aplicación de una tercera dosis de la vacuna contra el COVID-19, a fin de hacer más efectiva la inmunidad contra esta enfermedad, especialmente por la aparición de la variante Delta, que ha provocado más contagios.
Es un hecho que las vacunas están salvando vidas y pese a lo contagiosa de la variante Delta, la gran mayoría de las personas con al menos una dosis del antígeno y que han resultado contagiadas, ha superado la enfermedad sin muchos problemas.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recomendado que la aplicación de una tercera dosis todavía no se lleve a cabo, pues es necesario que al menos el 10% de la población de cada país reciba la primera dosis.
De lo contrario, el comenzar a vacunar por tercera ocasión con países todavía alejados del referido porcentaje de población vacunada, podría frenar la eficacia de esta vacuna, recordando que el COVID-19 ya no es problema de una sola nación, sino del mundo entero.
El problema en esto radica que los países ricos ya tienen más del 80 % de su población inoculada gracias a que han acaparado las vacunas contra el COVID-19, algo que se pidió que no sucediera al inicio de la vacunación.
Lo anterior deja como consecuencia que países pobres no cuenten con vacunas siquiera para comenzar su campaña de vacunación, mostrando que hasta para salvar vidas hay una gran brecha entre naciones del mundo.
