Dismorfia por zooming: la nueva pandemia

Dismorfia por zooming: la nueva pandemia

El confinamiento que decretaron muchos países para contener la epidemia de Covid-19 obligó a que muchas actividades continuaran a través de plataformas digitales y las videollamadas se volvieron sumamente populares; sin embargo, fueron perdieron su encanto al punto de ser el detonante de una nueva pandemia.

 

El Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) es una afección de salud mental que provoca que las personas estén constantemente preocupadas por su aspecto y muestran desagrado por su apariencia porque tienen una visión distorsionada de sí mismos que los lleva a exagerar ciertos defectos físicos. Este trastorno llega a ser común en la adolescencia, en la mayoría de los casos se supera con la edad, pero aproximadamente un 3% de la población adulta sufre el padecimiento.

 

Diversos estudios científicos están demostrando que las reuniones virtuales dispararon los síntomas del TDC. Una investigación realizada en la Escuela de Medicina de Boston descubrió que las personas más expuestas a videollamadas empeoraron la autopercepción de su imagen. Las que pasaron más de 20 horas a la semana frente a una cámara, el 51% mostró síntomas de TDC provocada por la imagen distorsionada de aplicaciones como Zoom, por lo que le han llamado TDC por zooming. De acuerdo con este estudio, los más afectados son los trabajadores jóvenes menores de 25 años, ya que se detectaron síntomas de ansiedad por usar filtros de imagen en el 83% de los pacientes.

 

Los filtros de imagen son funciones de las aplicaciones que permiten mejorar el aspecto y atenuar algunos defectos, pero lejos de disminuir los síntomas de la dismorfia de zooming están empeorando el problema. El 71% de los participantes del estudio mostró ansiedad por regresar a la interacción cara a cara. La explicación se encuentra en que los trabajadores jóvenes se incorporaron a la vida laboral en medio de la pandemia, se enfrentaron a las videollamadas y ver constantemente su imagen en las cámaras les provocó dismorfia, el uso de filtros disminuyó temporalmente su ansiedad, pero el regreso a las actividades presenciales provoca una mayor ansiedad por su apariencia que se enfrenta a la vida sin filtros y que ha provocado entre ellos expectativas menos realistas de sí mismos.

 

Entre las mayores preocupaciones que están provocando ansiedad se encuentran el aumento de peso (38%), la piel descolorida (33%), las arrugas (24%), pérdida de cabello (18%) y el acné (14%). Lo anterior es congruente con otro estudio realizado en 100 consultorios de cosmetología de prestigio de Estados Unidos, el 56% de los médicos admitió haber tenido un incremento de pacientes durante la pandemia. También se encontró que el 50% de los nuevos pacientes estaban preocupados por su apariencia frente a las videollamadas. Los servicios con más demanda fueron dirigidos a atender arrugas en la frente (78%), las bolsas de los ojos (65%), manchas en la piel (53%), arrugas en el cuello (50%) y la papada (40%).

 

Aunque parece un problema de vanidad, los médicos investigadores están preocupados porque los síntomas apuntan hacía un trastorno severo que sigue la misma pauta que un TDC convencional, primero se manifiesta con ansiedad y angustia significativa. De los participantes del estudio, el 65% admitió que ya recurrió a servicios de salud mental (psicología y/o psiquiatría) para tratarse. Pero el TDC se complica porque afecta directamente la autoestima del paciente, si no se trata correctamente provoca depresión y puede llevar al suicidio.

 

En la gráfica siguiente se muestran los cambios en el estado de ánimo de los pacientes que reportaron los consultorios de cosmetólogos. En ningún caso los pacientes estuvieron más felices por su apariencia y el 83% mostró mayor infelicidad. Estos resultados son preocupantes porque estamos en la antesala de otra posible pandemia, ahora de carácter mental.

 

Elaborado con datos del estudio de Rice et. al., 2022

 

 

La Organización Mundial de la Salud estima que anualmente 700,000 personas se suicidan y es la cuarta causa de muertes en jóvenes menores de 30 años, justamente los más afectados por el zooming. Es países como el nuestro, se estima que el 90% de las personas con depresión no reciben tratamiento médico.

 

Por ello es urgente que iniciemos investigaciones que nos ayuden a conocer el problema en nuestro país y se llegue a calificar la dismorfia de zooming como una enfermedad laboral, por lo que las empresas deben responsabilizarse y atender los casos de sus trabajadores que podrían llegar a ser incapacitantes.

 

La dismorfia por zooming puede derivar en ausentismos, incapacidades, alta rotación laboral y baja productividad por lo que de no reconocerse tendría efectos adversos en los resultados de las empresas y en la economía en general. La salud mental también es un derecho laboral.

 

 

*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo

 

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores

 

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