En más de una ocasión, el ego de los gobernantes en turno se impone y permite una especie de culto a su persona con diversas expresiones, que van desde murales hasta esculturas o monumentos, siendo una práctica muy arcaica que aún se lleva a cabo.
Causó polémica en estos días la estatua que se colocó en el Ayuntamiento de Zinacatepec en honor al gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa Huerta, situación que dio de qué hablar a nivel nacional, y que al mandatario poblano le pareció fuera de lugar.
Acertadamente, el gobernador pidió que dicha estatua fuera retirada debido a que no considera adecuado este culto a los gobernantes, al tiempo que resaltó que el Gobierno de Puebla se maneja de manera austera, lejos de toda presunción como la antes señalada.
Pero no todos han actuado correctamente como Luis Miguel Barbosa, y el ejemplo es el exgobernador priista de Puebla, Mario N, actualmente preso por el delito de tortura y que disfrutaba cada momento en el que sus “súbditos” le rendían pleitesía.
Y es que basta recordar que cuando fue presidente municipal de Puebla, se pintó un mural en el Ayuntamiento donde aparecía Mario Plutarco al centro revisando planos, en un afán de mostrar que estaba “transformando” a la capital del estado.
Por supuesto, el llamado “góber precioso” no mandó a retirar este mural, mismo que tardó algunos años en ser modificado. Por si fuera poco, cuando fue gobernador de Puebla fue pintado en un mural del Instituto Poblano de la Juventud rodeado de niños, aunque esa pintura sí fue borrada.
El culto a los gobernantes ha causado mucha polémica y enojo entre la sociedad, como lo sucedido en Boca del Río, Veracruz, donde increíblemente fue colocada una estatua en honor al expresidente Vicente Fox, lo que provocó el agradecimiento del exmandatario.
Pero la sociedad tenía otra opinión y en la primera oportunidad fue derribada la estatua, e incluso le fue cortada una mano en señal del rechazo que se tenía por el primer presidente panista de la historia.
Recientemente, una estatua del presidente Andrés Manuel López Obrador fue colocada en Atlacomulco, Estado de México, situación que no fue rechazada por el mandatario hasta que fue derribada a los pocos días por unos ciudadanos, hecho que trató de minimizar el ejecutivo federal.
De esta manera, algunos políticos siguen disfrutando de este culto al ego cuando ocupan algún puesto de gobierno, situación que pocos entienden como un acto fuera de lugar, como sí lo hizo el gobernador Luis Miguel Barbosa.