Maíz transgénico y relación comercial con Estados Unidos: la batalla comienza

Maíz transgénico y relación comercial con Estados Unidos: la batalla comienza

Foto: Pixabay

En las semanas recientes el asunto del maíz transgénico amarillo importado del país vecino captó la atención, pues los productores estadunidenses de este grano se movilizaron contra la prohibición, por decreto presidencial, de dicha importación. El decreto es del último día de 2020 y también establece la gradual eliminación del uso del herbicida cancerígeno glifosato, incluido en el paquete tecnológico del maíz transgénico, hasta llegar a no aplicarlo totalmente en 2024 (DOF, 2020).

 

Desde hace décadas nuestro país perdió la autosuficiencia alimentaria y los alimentos básicos se han abastecido crecientemente con importaciones, lo que se agravó con las políticas neoliberales desde los años 80. Éstas significaron la liquidación de varias instituciones estatales que proveían, si bien con bastante ineficiencia y corrupción, apoyo a los campesinos medianos y pequeños, y subsidiaban alimentos básicos para beneficiar a los consumidores. Se inició una apertura comercial indiscriminada, que afectó duramente a medianos y pequeños productores, mientras que se privilegió la agroexportación y se favoreció a grandes productores que destinaban sus productos primordialmente a Estados Unidos. Ello se agudizó con el inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (hoy TMEC) en 1994.

 

Los productores medianos y pequeños, ante la agresividad de políticas que buscaban su desaparición y les negaban su potencial productivo, optaron por la migración y la pluriactividad, y actualmente la agricultura es sólo una parte de sus ingresos. El maíz es fundamental en la resistencia de esta producción, es sembrado en todo el país por una gran cantidad de campesinos, y los productores empresariales de Sinaloa producen maíz blanco para el consumo humano, del que somos autosuficientes, se importa maíz amarillo para la industria.

 

En este contexto se da una presión creciente de poderosas empresas transnacionales para liberalizar la siembra de maíz transgénico en México. Dichas firmas, cada vez menos y más concentradas, controlan buena parte de la agricultura y el mercado mundial de alimentos. La pandemia y la guerra en Ucrania han evidenciado la alta vulnerabilidad y riesgos de sostener este modelo agroalimentario global, pues las multinacionales controlan a través de la venta de semillas e insumos como los agroquímicos responsables del deterioro ambiental por contaminación de aguas y suelos, y de la persistencia de enfermedades como el cáncer.

 

La presión para liberalizar la siembra comercial de maíz transgénico en México generó un amplio movimiento social de organizaciones campesinas, consumidores, académicos, artistas y chefs, que percibimos los riesgos. Éstos son varios: 1. La transformación en laboratorio de las variedades transgénicas es un hecho sin precedente en la historia humana, y no hay certidumbre del comportamiento a largo plazo en el medio ambiente de estos genes manipulados, lo que se agrava porque el maíz es una planta de polinización abierta, hay cruzas entre plantas a través del polen que se libera al entorno, y se podrían afectar las variedades nativas; 2. Dado que las variedades transgénicas son patentadas, estas fugas a través del polen podrían conducir a demandas por parte de las empresas dueñas de las semillas hacia aquellos productores que vean contaminados involuntariamente sus sembradíos de maíz no transgénico; 3. Aún no hay suficientes estudios de si el consumo de plantas transgénicas afecta la salud de humanos y animales, y hay indicios inquietantes de laboratorio.

 

México es centro de origen del maíz y posee una riqueza biocultural y genética de la planta única en el mundo, con 64 razas fruto del trabajo de los agricultores indígenas y mestizos; ahí hay un reservorio genético que ayuda con el cambio climático. En México aún hay una forma de cultivo ancestral benéfica para el medio ambiente y la alimentación: la milpa, un policultivo de maíz, frijol y calabaza, combinada con diversas plantas comestibles locales. En contraste, se ha promovido un modelo hegemónico de agricultura, previo a las plantas transgénicas, que privilegia el monocultivo con un alto uso de agroquímicos, maquinaria, riego y variedades híbridas que, si bien produce altos rendimientos, a la larga causa daños ecológicos.

 

Las razones enunciadas deberían ser suficientes para no ceder a las presiones del vecino país, cuyos agricultores han hecho grandes negocios con la venta de maíz transgénico amarillo a México. Dichos productores son generosamente subsidiados por su gobierno y así pueden introducir el grano a México con precios competitivos. La prohibición del maíz transgénico se enmarca en la batalla por lograr la preservación de la riqueza de nuestros maíces y la soberanía alimentaria, así como promover una agricultura sustentable y una alimentación sana.

 

yola_massieu@hotmail.com

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