El antiespecismo como herramienta para la conservación de la naturaleza

El antiespecismo como herramienta para la conservación de la naturaleza

Foto: Unsplash

En 1975, Peter Singer acuñó el término "especismo" para referirse al prejuicio o actitud parcial que favorece los intereses de los miembros de nuestra propia especie en detrimento de los de otras especies. Esta descripción representa una cosmovisión que ha llevado a la sobreproducción de alimentos y a la explotación desmedida de la flora y fauna, promoviendo así el incremento de la contaminación. En contraposición, surge el movimiento conocido como antiespecismo, el cual pretende ser la clave para alcanzar un consumo sustentable y quiere romper con el antropocentrismo imperante.

 

El antiespecismo constituye una revolución ética y política que se opone a la visión antropocéntrica, es decir, aquella que considera al ser humano como el centro del universo. Esta forma de pensar nos ha impulsado a la capitalización y destrucción de la naturaleza, así como al tratamiento de las demás especies animales como inferiores.

 

Para comprender mejor el concepto, existen tres pilares fundamentales que explican la gran necesidad de adoptar un estilo de vida vegano: la ética y la empatía hacia otros seres sintientes, el medio ambiente y la salud.

 

En primer lugar, es importante desmitificar la idea de que el crecimiento económico está directamente relacionado con el bienestar. Esta concepción ha sido la raíz de muchos de nuestros problemas, tanto sociales como ecológicos y éticos. Por lo tanto, hayar soluciones desde los mecanismos de la economía neoclásica, que considera a la naturaleza y a los animales como meras materias primas inagotables y a los individuos como simples consumidores desprovistos de pensamiento propio, ya no parece algo viable.

 

@veganarecomiendo

Especismo es la discriminación por especie, el ab*so de poder y sensación superioridad por sobre otras especies. #especismo #antiespecismo #veganismo

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Como alternativa, dentro del antiespecismo se defiende la transición hacia una alimentación basada en plantas, a través de un sistema productivo decreciente. Esto implica adoptar una práctica epistemológica y empírica que sea sostenible tanto económicamente como ambientalmente, basada en principios éticos.

 

Seguramente te preguntarás, ¿de qué manera el consumo de alimentos y productos de origen animal perjudica el ecosistema y la economía mundial?

 

Especismo y contaminación

 

De acuerdo con información de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO); del Fondo Mundial para la Naturaleza y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la carne y los productos lácteos representan solo el 18 % de lo que come un omnívoro humano común. Sin embargo, a pesar de ser un porcentaje relativamente bajo, este sector monopoliza el 83 % de las tierras agrícolas, que representa el 60 % de las emisiones de gases de efecto invernadero producido sólo para alimentar a los animales en las granjas de producción.

 

El sector ganadero es responsable de generar más gases de efecto invernadero que cualquier otra industria, incluso superando en un 18 % las emisiones de dióxido de carbono (CO2) generadas por el sector del transporte. De manera más específica, el sector ganadero es responsable del 9 % de las emisiones de CO2 provenientes de las actividades humanas; del 65 % de las emisiones de óxido nitroso de origen humano, el cual tiene un potencial de calentamiento global 296 veces mayor que el CO2; del 37 % de las emisiones de metano, que es 23 veces más perjudicial que el CO2, y del 64 % de las emisiones de amoniaco, el cual contribuye significativamente a la formación de lluvia ácida. Actualmente, más del 30 % de la superficie terrestre se destina a la industria ganadera.

 

 

Por otro lado, en el actual modelo de producción, la obtención de leche y carne de una dieta omnívora requiere hasta 7 veces más agua que una persona con una dieta vegana. Por ejemplo, para producir 1 kilogramo de carne para consumo humano, se necesitan hasta 35,000 litros de agua. Esto significa que aproximadamente un tercio del agua dulce del planeta se utiliza en la producción de lácteos y carne.

 

Además, la sobreexplotación de las granjas contribuye a la contaminación del agua en una proporción 10 veces mayor que la causada por los seres humanos y 3 veces mayor que la contaminación generada por la industria del aceite, carbón, acero y manufacturas combinadas.

 

Adicionalmente, el pastoreo tiene un impacto negativo en el ciclo del agua, ya que impide la renovación de los recursos hídricos tanto en la superficie como en los mantos subterráneos. La tala de bosques para dar lugar a pastizales es una de las principales causas de la deforestación, especialmente en Latinoamérica, donde el 70 % de la pérdida de bosques en la región amazónica se ha destinado a la creación de pastizales.

 

En este ámbito, los agentes contaminantes principales son los desechos animales, los antibióticos y hormonas administrados a los animales, los productos químicos utilizados para el curtido de pieles, los fertilizantes y los pesticidas empleados en los cultivos destinados al ganado. Estos factores contribuyen a la contaminación del agua y al deterioro de los ecosistemas acuáticos.

 

Ética y Salud

 

Actualmente, se produce suficiente comida para alimentar a entre 10 y 12 mil millones de personas, teniendo en cuenta que la población mundial es de poco más de 7 mil millones de personas. Sin embargo, el problema radica en la distribución de alimentos, ya que aproximadamente 800 millones de personas viven en situación de hambruna. Esta desigualdad se debe, en gran medida, al hecho de que una gran cantidad de alimentos cultivados se destina a alimentar al ganado que luego se consume, lo cual beneficia principalmente a las empresas. Sorprendentemente, el 82 % de los niños que sufren de hambruna severa viven en países donde los alimentos se utilizan para alimentar a los animales que posteriormente se exportan y se matan en otros países.

 

Por otro lado, las dietas veganas han sido objeto de críticas por considerarse insostenibles y presentar más riesgos que beneficios. Sin embargo, estas afirmaciones han sido desmentidas en repetidas ocasiones. Desde el año 2010, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos (U.S. Department of Health & Human Services) y el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (U.S. Department of Agriculture) publicaron conjuntamente la séptima edición de las "Directrices Alimentarias para los Americanos". Esta guía, basada en evidencia nutricional, incluye una sección detallada sobre cómo seguir una alimentación vegetariana estricta pero equilibrada, adaptada a las necesidades nutricionales. Destaca los beneficios de una dieta vegetariana para promover la salud, reducir el riesgo de enfermedades crónicas y disminuir la prevalencia de sobrepeso y obesidad.

 

 

Un estudio hecho por científicos de la Universidad de Oxford y publicado en el Journal of Science reveló que un cambio significativo en la dieta podría reducir en un 70 % las emisiones de la industria ganadera y en un 63 % las emisiones totales de la industria alimentaria. Además, el estudio señala que si reemplazáramos el consumo de carne y lácteos por alternativas vegetales, podríamos reducir en un 75 % el uso de tierras destinadas a la producción de alimentos para animales. Esta área equivaldría a los territorios de Estados Unidos, China, la Unión Europea y Australia combinados.

 

En contraste, organizaciones como la ONU han hayado que el consumo de alimentos de origen animal puede generar problemas relacionados con la salud pública. La mayoría de las enfermedades crónicas graves, como enfermedades cardíacas, hipertensión, ciertos tipos de cáncer, diabetes tipo II y Alzheimer, tienen una relación directa con el consumo de alimentos de origen animal. Estos hallazgos respaldan la importancia de considerar una dieta basada en plantas como una opción más saludable.

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