Jack Kerouac. Muchos quieren estar en el camino

Jack Kerouac. Muchos quieren estar en el camino

Muchos quieren estar en el camino, pero carecen de ínfulas suficientes para caminar. Ahora resulta que con la entrada de  nuevos aspirantes de la oposición,  la lucha por el poder se masifica y muchos de esos rostros quedan  inciertos  en nuestras mentes como si nos enviaran la pregunta de quiénes son. Y resulta que todos son alguien, con mucho en  su contexto, pero no sabemos si éste es el que le conviene al pueblo, ¿Quién es por ejemplo Luis Donaldo Colosio Riojas un aspirante que solo tiene atrás la figura de su padre asesinado, ¿qué ha hecho, qué aportes ha dado al país, qué ofertas importantes pueden enfrentar los grandes problemas que tenemos? Lo mismo diría sobre lo último, de Samuel García. Y los demás  de esa porción  ¿qué armas portan? El hijo de un hombre que gobernó al país, Miguel de la Madrid, sin nada que ofrecer, como una figura estéril y un caso que todavía resta de solucionarse, el asesinato de Manuel Buendía. Y doña Tichi, valentona, y Santiago Creel todavía nutriéndose del  presupuesto de la cámara con un pasado anodino pese a los muchos puestos que tuvo.  Y la señora creada al alimón  por los empresarios, que se bambolea entre grupos convocados, con su vestidos anchos  y sus insulsas bromas y amenazas.  Entre otros que también  quieren estar en el camino...y llegar.

               

PERO HAY QUE TENER MUCHO PARA INSTALARSE EN UNA SENDA Y ARRIBAR

 

Hay libros que se actualizan con un acontecimiento. Lo vimos hace hace tiempo,  con el  filme  sobre El Gran Gatsby , y la forma como se recuperó la figura angustiosa de Fitzgerald, sepultada en buena parte por la mordaz lengua de Hemingway. La obra de Jack Kerouac, En el Camino (On the road), que fue utilizada en un filme también, es distinta quizá, si se recuerdan las muchas películas que se basaron en un tema parecido desde 1957 –año en que se publica el libro-, y lo manosearon ad infinitum, sin la profundidad y la gracia del tema original. Es cierto que el libro dejó de estar en librerías –con excepciones – y que otras de sus obras sólo quedaron como recuerdo de aquel movimiento beatnik que tanto influyó en las generaciones posteriores a los sesenta. Yo recuerdo haber encontrado Tristessa en una librería de viejo a precio irrisorio. La vida del personaje de ese nombre, una muchacha de la capital mexicana que vivía en un cuarto de azotea, insiste en las obsesiones de Kerouac por lo mexicano y de hecho en On the road, se asume como tal en un campo de zafras, mientras vive con una mexicana y atraviesa Estados Unidos  portando unas chanclas de cuero, hechas en México. Kerouac recorre, sufre y disfruta con su alter Sal Paradise, “la gran noche americana”- y el día también-, como un vagabundo de oficio, “culo de mal asiento” como dicen los españoles, acompañado de los más disímbolos personajes, pero sobre todo por su personaje principal Dean Moriarty, (Neal Cassadys en la vida real) y tocado de cerca por  otros monstruos de aquel movimiento Carlo Marx y Old Bull Lee (Allen Ginsberg y William S. Burroughs, respectivamente) que dan el sustento ideológico a la novela, en algunos casos con disquisiciones que hoy se antojan ingenuas.

 

 

KEROUAC, SIN QUERERLO, EN SU PROFUNDIDAD GENERÓ TURISMO

 

Pero igual que como sucede con otras obras escritas por la época, en el fondo de la gran maestría de lo escrito, se percibe una pequeña trampa para el lector. Estamos ante una gran guía turística que de sobra ha sido utilizada para promover a la llamada Unión Americana y que se deriva incluso a otros menesteres más prosaicos. En On the road, Kerouac dentro de la desdicha del vagabundo que tiene un sueño, va dejando sembrados algunos slogans que no pocos han utilizado, Montana la tierra de Dios, Des Moines, la que tiene las chicas más guapas del mundo, el de California, un  aire que se puede besar. Y desde luego las chanclas mexicanas, por aguantadoras. Lo singular de la obra es que no causa una sensación de desaliento. Kerouac plasmó con sinceridad un recorrido, que también se estampó en otra carretera larga y redonda, un  rollo de papel revolución  en el que, dice su leyenda, lo hizo en muy poco tiempo. Como todos los que alguna vez utilizamos ese recurso. La existencia de personajes arquetípicos descritos por Kerouac, no le va a la zaga a lo que se veía en todos los países, por el entorno de la obra –fines de los cuarenta- y la expresión de pobreza, ingenio y esperanza que se respiraba en esos lares. Todo adobado, en el auto stop, claro, con alcohol, alguna droga, sexo, escarceos y pequeños robos. El que la obra sea considerada de culto es porque refleja las vivencias terrenales de toda una generación, que sólo tenía el ingenio para sobrevivir. Con Paradise- Kerouac, sin asideros, pero esperanzados, todos estaban en el camino.