Fuga de liderazgos partidistas en año electoral, una práctica que nunca se acaba

Fuga de liderazgos partidistas en año electoral, una práctica que nunca se acaba

Foto: Enfoque

En la primera semana de las campañas locales en Puebla se han visto escenarios inusuales en los que militantes de un partido saltan al rival ante el descontento del proyecto de sus candidatos. Esto se nota más en la disputa por la capital, pues en días recientes se dieron “chapulineos” de morenistas al PAN y, al contrario, panistas que buscan refugio en la alianza de izquierda liderada por Morena.

 

El 3 de abril, el candidato del PAN a la alcaldía de Puebla, Mario Riestra, anunció la adhesión de fundadores de Morena a su equipo, incluyendo a Daniel Flores Meza y Bertín Soriano Álvarez. Por su parte, el 7 de abril se dio a conocer que panistas exiliados como Jesús Giles y Violeta Lagunes se unían a la campaña del candidato de Morena a la alcaldía, José Chedraui.

 

 

Si bien estos casos llamaron la atención porque fueron casi en simultáneo y se dieron entre los principales candidatos que quieren gobernar la capital de Puebla, la realidad es que esta es una práctica más común de lo que se piensa. A través de los años cada vez que hay elecciones los militantes inconformes de un partido se vuelcan a favor de los que un día fueron sus rivales.

 

Un ejemplo claro y reciente se dio hace dos semanas cuando diversos regidores del Ayuntamiento de Puebla y otros municipios se decantaron por apoyar a Alejandro Armenta Mier, candidato de Morena a la gubernatura. La mayoría de los regidores eran del PRI, pero también había del PAN y PRD, quienes renunciaron a su militancia afirmando estar convencidos del proyecto de Armenta e inconformes con el rumbo que tomó su partido.

 

Algo que resaltó en este caso es que, aunque Eduardo Rivera, rival de Armenta, avisó que también recibirá a militantes de Morena en su proyecto, no se dio una suma similar de regidores que se sumaran a su campaña.

 

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En las elecciones del 2018 con toda la ola de Morena y Andrés Manuel López Obrador se vio una situación similar de fuga de liderazgos partidistas al instituto de izquierda. En ese momento fueron decenas de políticos del PAN, PRI, PRD y hasta de Movimiento Ciudadano los que se aliaron al partido que resultó ganador.

 

Algunos casos de esto fueron los de la otrora senadora Gabriela Cuevas, quien se fue del PAN a Morena. En tanto, René Fujiwara, nieto de Elba Esther Gordillo, se fue de Nueva Alianza rumbo al partido guinda. Por su parte, el entonces alcalde de Tlajomulco, Jalisco, se fue de MC a Morena para ser el coordinador de la campaña de AMLO en dicho municipio. Otro caso fue el de Víctor Hugo Romo que se fue del PRD a Morena en la Ciudad de México; hoy es diputado local en la entidad.

 

Ese año en Jalisco fue un escenario particular, ya que el partido de López Obrador fue el que se llevó a una considerable cantidad de militantes de otros partidos. El 23 de enero del 2018 la dirigencia de Morena en el estado anunció la adhesión de más de 5,000 militantes del PAN, PRI y MC, algunos de ellos con más de 20 o 30 años de trabajo en sus partidos, saliendo para apoyar el proyecto de izquierda.

 

En la mayoría de los casos las dirigencias de los partidos “traicionados” se ven en la necesidad de llevar a cabo procesos de expulsión en contra de los militantes que hacen proselitismo en contra de candidatos rivales, pero este es un problema más grande que sólo perder militantes. Esta es una señal de que la vida interna de los institutos políticos está plagada de desacuerdos con los dirigentes.

 

Que se den estos casos de fuga masiva de liderazgos repercute en la imagen de los partidos porque transmite la idea de que ya no hay lealtad o compromiso al interior, lo que luego se traduce en desconfianza por parte de los electores. Por otra parte, también habla de que la dirigencia del partido no trabaja adecuadamente para mantener la unidad con sus militantes, o bien, que sus decisiones van en contra de los principios básicos del partido.

 

No obstante, esto no sólo daña a los partidos que resultan “abandonados”, sino que se crea una percepción negativa en torno a los políticos que dan ese salto de un proyecto a otro. En algunos casos, como el que se vivió hace unos días en Puebla, los militantes pasan de un partido ideológicamente opuesto, lo que demuestra incongruencia o falta de principios de la persona.

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