Extremismo político, cuando no hay lugar para otras opiniones

Extremismo político, cuando no hay lugar para otras opiniones

Foto: FreePik

Aunque el atentado contra Donald Trump no tuvo éxito y el candidato republicano creció en aceptación y popularidad entre el electorado, sí dio cuenta de los hechos que comete la gente cuando se llega a los extremos políticos. Ya sea en Estados Unidos o en otros países del mundo, el extremismo en la política ha aumentado llevando a actos tales como intentar asesinar a políticos.

 

Thomas Matthew fue el joven que disparó a Trump en un mitin en Pensilvania, una persona que pasó por situaciones de bullyingaislamiento y constante polarización, todo hasta que finalmente intentó acabar con la vida del político. La gente cercana a él nunca le vio rasgos extremistas, no hablaba de política y nunca se imaginaron de lo que sería capaz o de que tendría explosivos en casa.

 

Lejos de ser un hecho aislado, el extremismo político es un fenómeno complejo que ha ido en aumento a lo largo de los últimos años. Ello se ve en diferentes contextos, no sólo en Estados Unidos, y en la mayoría de los casos se manifiesta con actos como crímenes de odio e imposición de una posición ideológica por la fuerza.

 

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El término extremismo político hace referencia a la pronunciada inclinación a favor de una ideología, dejando de lado la capacidad de llegar a un acuerdo con quienes no profesan con los mismos ideales. Esto sucede en ambos espectros políticos, tanto en la izquierda como en la derecha, ya que los dos se vuelven incapaces de acercarse a un punto medio y tomar en cuenta a otras voces.

 

En cualquier caso, las personas que se van hasta los extremos políticos están en una situación de intransigencia en la que no admiten análisis, argumentación o discusión en torno a sus creencias, pues las consideran únicas e irrefutables. Aunado a lo anterior, se ponen en una posición en la que pretenden imponer sus ideales a todos quienes los rodean.

 

Una característica común, independientemente del bando político al que se pertenezca, es que tampoco tienen pleno conocimiento de las ideas que dicen defender, pero aun así no dan lugar a cuestionamientos. De igual forma, suelen recurrir a la violencia como la vía más fácil para imponer sus creencias por encima de las del resto.

 

Otro rasgo de los posicionamientos extremistas es que tienden a desarrollar un airado culto a la personalidad de quien lidera su movimiento, enalteciendo al punto de que creen ciegamente en todo lo que predica. Lo anterior lleva a que todo aquel que no siga el pensamiento de la persona es un traidor a la patria en el ámbito político.

 

Este término puede ser fácilmente confundido con el radicalismo, aunque en sus formas y objetivos tienen diferencias sustanciales. Mientras que ser radical implica la transformación profunda del sistema en que se vive teniendo en cuenta a los demás, ir al extremo significa imponerse a los demás haciendo uso de métodos violentos, por lo que no son sinónimos.

 

En el ámbito político, las posturas extremas llegan a ser una amenaza para las democracias, ya que en esta postura no se aceptan las negociaciones con otros grupos, pues en todo momento se buscará la imposición de ideas o el desplazamiento de los disidentes. En el poder, se buscará hacer de su pensamiento una norma cerrada a todo pensamiento que no se alinee.

 

Lo anterior da pie a la instauración de formas de gobierno autoritarias e inclusive a dictaduras en los que todos se ven obligados a seguir a un líder, algo para lo que se recurre al uso de la fuerza si se está en desacuerdo.

 

Aunque es un hecho que en los últimos años este fenómeno creció en todo el mundo, también se ha hecho un uso desmedido de la palabra, toda vez que se emplea cuando alguien no tiene argumentos o está en desacuerdo con alguien más, aunque no se trate precisamente de alguien que esté en el extremo.

 

En la práctica el extremismo se puede manifestar de muchas formas, como en discursos, pero lo usual es que se vea en forma de violencia. Ejemplo de ello es lo ocurrido con los atentados terroristas como los que planeó Ted Kaczynski, conocido como “Unabomber”, un hombre que estaba en desacuerdo con la sociedad industrial y para ello quiso imponer su postura mediante ataques a la población.

 

 

Lo consideraron un genio, graduado de Harvard y la Universidad de Michigan, donde también fue profesor al igual que en Barkeley. Gracias a su inteligencia fue parte del experimento MK Ultra de la CIA, en el que fue sometido a torturas y terminó por romper su mente. Entre 1978 y 1995 hizo varios atentados terroristas que acabaron con la vida de tres personas e hirieron a otras 23.

 

La única forma de poner fin a sus ataques fue que los diarios Washington Post y The New York Times publicaran el “Manifiesto Unabomber”, en el que hablaba sobre la sociedad industrial y su futuro.

 

Otro caso fue el de Charlie Hebdo, un semanario de París que en 2015 publicó una caricatura a modo de sátira del profeta Mahoma, lo que llevó a un ataque terrorista por parte de integrantes del grupo Al-Qaeda. Los hechos se dieron el 7 de enero del 2015, fecha en la que asesinaron a ocho miembros de la redacción, dos policías, un visitante y un técnico, más otros 11 heridos.

 

 

Así como estos, hay otros casos en los que se ha usado la violencia como una forma de imponer ideales o ahuyentar a quienes tienen otros distintos, como le sucedió a Richard Spencer. Esta persona es conocida por ser de extrema derecha en Estados Unidos, con ideas de limpieza étnica, supremacía blanca y en contra de la llegada de migrantes ilegales.

 

En enero del 2017, mientras daba una entrevista para televisión, Richard Spencer fue golpeado directo en la cara como una forma de manifestarse en contra de su ideología. El ataque se lo adjudicó un grupo de “antifacistas” llamado “Black Bloc”, que se dedica a usar la violencia para causar miedo en personas como Spencer.

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