En 1974, Ronald Clark O’Bryan, un diácono de una iglesia en Deer Park, Texas, fue declarado culpable de envenenar con cianuro potásico a su hijo Timothy de ocho años, en un intento de cobrar el seguro de vida. Este caso convirtió a O’Bryan en “el hombre que mató Halloween”, una historia escalofriante que aún inquieta a niños y padres cada 31 de octubre.
A pesar de la lluvia que cayó en Houston esa noche, O’Bryan llevó a sus hijos a pedir dulces, y al regresar, permitió a Timothy elegir una golosina. El niño seleccionó un Pixy Stix, que al probarlo, sintió un sabor amargo, y tan solo unos minutos después, Timothy comenzó a vomitar y convulsionar, muriendo en menos de una hora.
“30 segundos después de salir de la habitación de mi hijo, lo oí gritarme: ‘papá, papá, me duele el estómago’”, indicó O’Bryan a los detectives, reportó el Toronto Sun.
Además, intentando encubrir su crimen, le había dado golosinas envenenados también a su otra hija y a varios niños del vecindario más, pero estos no llegaron a consumirlos. Ronald O’Brian fue condenado a muerte y ejecutado 10 años después. pic.twitter.com/dG4OO7Gudv
— Isaa ???? (@Isajedora) October 31, 2022
La investigación reveló que O’Bryan había envenenado el dulce, motivo por el que fue arrestado. Además, los informes de United Press International (UPI) señalan que el hombre tenía seguros de vida por un total de 31,000 dólares por cada uno de sus hijos.
Durante el juicio, el fiscal Vic Driscoll describió a O’Bryan como alguien que “usó a su hijo y lo sacrificó en el altar de la avaricia”. Por su parte, el jurado lo condenó a pena de muerte en 1975, tras deliberar por tan solo una hora. Hasta su ejecución en 1984, el hombre seguía afirmando que era inocente, mientras la sociedad se mantenía dividida entre quienes celebraban su muerte y quienes se oponían.
El crimen de O’Bryan se relaciona con la leyenda urbana de que durante esta fecha algunas personas daban dulces envenenados a los niños, una estrategia que según el experto cultural David Skal, fue usada por el asesino para intentar desviar las sospechas hacia un individuo desconocido.