La 4T practicará la justicia por propia mano

La 4T practicará la justicia por propia mano

La justicia por propia mano dista mucho de esa imagen simbólica de la justicia que todos conocemos: equilibrada como una balanza y ciega a cualquier tipo de influencia.

 

Esa imagen ya no existe. La Cuarta Destrucción ha inclinado esa balanza a su favor y le ha quitado la venda de los ojos para que solo mire por los intereses de Morena, de López Obrador y, a veces, hasta los de quien aún no es inquilina de Palacio Nacional.

 

En efecto. AMLO y la presidente formal Claudia Sheinbaum inician la institucionalización de la justicia por propia mano. Su mano. Una mano que ya no tendrá contrapesos. A nadie que le impida jalar el gatillo en contra de los ciudadanos.

 

Y esa justicia por mano propia es desproporcionada, inequitativa y está atravesada por sentimientos de ira y odio que nublan su aplicación.

 

No es esa el tipo de justicia a la que debe aspirar una sociedad democrática.

 

Para nadie es un secreto que una sociedad que, por capricho o venganza de sus “gobernantes”, ha llegado al punto de impartir justicia por propia mano adolece de graves problemas institucionales.

 

La confianza en la policía, el ejército, las leyes y los jueces está gravemente afectada, mientras que los índices de inseguridad —tanto reales como percibidos— están por las nubes.

 

Si aceptamos que una sociedad democrática no puede funcionar con instituciones deficientes, podemos aceptar que tampoco funcionará si no tiene instituciones en lo absoluto.

 

Si la justicia por mano propia que se inicia con la 4T está atravesada por la ira y el odio, entregarnos a esta agravará las fracturas sociales y convertirá a toda persona que veamos como un “otro” en un potencial enemigo.

 

Esta perspectiva introduce en la sociedad una lógica de “nosotros” contra “ellos”, que intensifica males como el clasismo, el racismo, la aporofobia o la xenofobia que tanto condenaba AMLO en sus matinés palaciegas.

 

Desacatar la ley para imponer la propia, ¿es ya este un llamado para que en todo el país la población también comience a hacer justicia por propia mano?

 

Con sus altos índices de letalidad, ¿la Guardia Nacional y el Ejército ya la llevan a cabo?

 

El crimen es el que manda en México

 

Ya no son tan solo las llamadas autodefensas.

Hoy son pueblos enteros, como los guerrerenses, los michoacanos, los morelenses, a los que recién se agregaron los chiapanecos, los que, ante la indiferencia, incluso frente a la evidente complicidad de las mal llamadas autoridades –porque carecen de eso: de autoridad– se enfrentan con piedras y palos a los corrompidos cuerpos policiacos, les arrebatan vehículos blindados e irrumpen con la rabia que provoca el no ser escuchados y menos atendidos en edificios gubernamentales.

 

Y pese a que el Artículo 17 de la violada Constitución General señala que “ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho”, cada vez son más quienes llevan a cabo lo que no hacen las instituciones: proteger a la comunidad, actuar en defensa propia.

 

Porque si México tuvo un Presidente al que le valen madre las leyes y la Carta Magna –“no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, el reyecito dixit— y su sucesora está en la misma lógica ilógica, ¿por qué el pueblo, entonces, tiene que acatar el orden jurídico para alcanzar la añorada justicia?

 

Hay que decirlo claro y fuerte: México ya tampoco tiene gobierno. Está en las ensangrentadas manos de la delincuencia organizada.

 

Porque, ¿dónde han estado los titulares de Gobernación, de Seguridad Ciudadana, de ese engendro que es la Guardia Nacional, de la Defensa y de la Marina Armada?

 

¿Meros patiños en las matinés de Palacio? ¿Sentaditos, como escenografía del circo político-erótico-literario-musical de ahora sólo una hora y media de duración?

 

¿Cuántos más brotes de inconformidad, de justicia por propia mano sufriremos en el país, a partir de que la Cuarta Destrucción institucionalizó ya la justicia por propia mano?

 

Indicios

 

Los analistas no alcanzan a dilucidar si la terquedad de la presidente formal Claudia Sheinbaum con respecto a la llamada reforma judicial es propia o le fue impuesta por su antecesor. El caso es que su posición es irreductible y ya ha dicho que “ocho ministros quieren decidir sobre algo que ya decidió el pueblo”, sugiriendo que esta postura de la Corte contradice el proceso legislativo que definió la reforma. También que, ante la propuesta del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá de mediar en el asunto, no va a “negociar lo que ya ha decidido el pueblo y lo que ya es parte de la Constitución”. Minimiza la crisis que se viene y la llama “problema”. Pero, los problemas se solucionan, y las crisis estallan si no se conjuran a tiempo. * * * Por hoy es todo. Le reconozco la lectura de este Índice Político. Y como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

 

 

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