
Las vacaciones son el momento ideal para relajarse, pero también pueden activar ciertos circuitos cerebrales que nos llevan a comer más de lo que realmente necesitamos. Este fenómeno, conocido como hambre emocional, ocurre cuando comemos no por hambre física, sino como respuesta a lo que sentimos: estrés, ansiedad, aburrimiento o tristeza.
Desde la neurobiología, sabemos que el cerebro interpreta la comida como una fuente de placer y alivio emocional. En especial, alimentos altos en azúcar, grasa o sal pueden activar el sistema de recompensa, liberando dopamina, una sustancia que nos hace sentir bien… al menos por un momento.
“La gente suele pensar que comer en exceso es solo falta de voluntad, pero en realidad, el cerebro está respondiendo a señales emocionales y neuroquímicas muy potentes”, explica Sylvana Stephano, psiquiatra especialista en salud metabólica. “Durante las vacaciones, cuando rompemos la rutina y tenemos más tiempo libre, es fácil que el sistema límbico —el centro emocional del cerebro— tome el control sobre la corteza prefrontal, que es la parte racional encargada del autocontrol.”
El resultado: buscamos comida como forma de calmar emociones incómodas, no porque realmente tengamos hambre.
Esto es especialmente relevante en México, donde el 37.3% de las personas adultas tiene sobrepeso y el 38.9% vive con obesidad, según la Secretaría de Salud. La obesidad no es simplemente un asunto de calorías: es una condición compleja donde interactúan factores genéticos, hormonales, emocionales y neurológicos.
¿Cómo saber si lo que tienes es hambre emocional?
Aparece de forma repentina y urgente.
Buscas algo específico (dulces, harinas, frituras).
Comes sin tener hambre física real.
No te sientes satisfecho al terminar.
Sientes culpa, malestar o descontrol después.
Usas la comida como consuelo o distracción.
¿Qué hacer?
“El hambre emocional necesita ser atendida desde un enfoque integral. Es clave trabajar no solo con la alimentación, sino también con la salud emocional y la regulación del estrés”, señala Sylvana Stephano. “El cerebro se puede reentrenar: con el tiempo, podemos fortalecer los circuitos de autocuidado en lugar de los del descontrol.”
Recomendaciones para disfrutar las vacaciones sin caer en excesos:
Mantén horarios de comida estables para regular los ritmos cerebrales.
Realiza actividades placenteras que activen el bienestar sin comida.
Haz pausas para identificar si tienes hambre física o emocional.
Busca apoyo profesional para aprender nuevas estrategias de regulación emocional.
Estas vacaciones, elige conectar contigo mismo desde un lugar más consciente. Tu cuerpo y tu mente —y tu cerebro— te lo van a agradecer.