
Los negocios del Señor de los Aranceles van viento en popa, mientras distrae y desestabiliza a economías del orbe con sus amenazas de mayores impuestos, florecen las utilidades familiares desde la Casa Blanca.
Cuentan los que saben, entre ellos los corresponsales Jim Cason y David Brooks que simpatizantes del presidente que entrevistaron, argumentan que los negocios de los Drumpf, en el original alemán, sólo ofrecen más pruebas de la habilidad del autócrata como empresario, y el hecho de que ningún otro presidente hizo tantos negocios abiertamente demuestra que es “un tipo extraordinario”.
La versión de The New York Times presenta la siguiente explicación. Antes de ganar la elección primaria republicana para hacerse de la candidatura presidencial por segunda ocasión, Donald John se hallaba al borde de una crisis financiera por las grandes pérdidas en sus empresas. La mayor parte del consorcio Trump dejó de obtener utilidades; sólo una tienda estaba abierta en los cinco pisos de espacios comerciales en la Torre Trump de Nueva York. La cuarta parte de su edificio de oficinas en Wall Street estuvo desocupada durante más de un año. Y el espacio para comercios en su torre de 92 pisos en Chicago permanece vacío.
La apreciación del NYT es que el plutócrata y decidido impulsor de un gobierno autocrático estaba interesado en regresar a la Oficina Oval no sólo por el poder político y geoestratégico, sino “por una necesidad de acceder a dinero fácil a fin de mantener intacto su imperio”. La aseveración está avalada por documentación privada que obtuvo al revisar casos judiciales y revelan que los hoteles, campos de golf y otras inversiones estaban generando cada vez menos dinero.
Los Trump se “sacaron la lotería”, como suele decirse, cuando la diosa fortuna toca a las puertas de hombres y mujeres del poder económico, financiero, bursátil, mediático, religioso y criminal, aunque la moda “periodística” es criticar y exhibir sólo al político y no voltear hacia los otros.
Apenas en un semestre la abundante riqueza es el sello distintivo de Donald John Trump, el gran amigo y cliente distinguido de Jeffrey Epstein, el famoso magnate y pederasta con abundantes pruebas, pero se ocultan los archivos por órdenes de DJT–, riqueza “construida sobre la monetización del nombre de la familia de nuevas maneras, y de manera intencional o no, la oficina de la presidencia”, documenta el NYT. “Es una iniciativa que busca cheques multimillonarios de desarrolladores de bienes raíces, de criptomonedas y de empresas de redes sociales administradas por terceros”.
De todo vende DJT: perfumes Victory 45-47, biblias, giras por su residencia, cachuchas (2028), cenas exclusivas, indultos a 1 millón de dólares, criptomonedas –negocio que ya alcanzó un valor de 2 900 millones de dólares–, cenas a cambio de favores, camisetas, demandas legales negociadas en 16 millones de dólares, relojes de oro, teléfonos celulares…
Después de ganar la primaria republicana, el dinero empezó a fluir de nuevo a sus cuentas bancarias, al igual que a las de sus negocios y familia. Para junio de este año, los reportes financieros entregados por el presidente registraban que sus ingresos el año pasado sumaron por lo menos 630 millones de dólares.
El futuro pinta muchísimo mejor, salvo que se le interponga en el camino el pueblo estadunidense. La venta de hoteles con el nombre Trump generará miles de millones de dólares. Los promotores inmobiliarios estarán trabajando para planear, construir y abrir un total de 20 proyectos marca Trump.
Acuse de recibo
“Nos preguntamos muchos si, alguno de ellos, tendrá a bien recurrir al ejercicio de la reflexión, tal y como hacemos la mayoría de la sociedad, empática y civilizada, acerca de la noble exigencia para llevar a cabo su ilegalización. El panorama político español necesita otra centralidad, otra opción política, mentalidad más empática, menos caciquil, menos medieval, menos propensa a la querencia por el dinero fácil. Mientras estos niños malcriados, berreados se vean asistidos de voz y voto en esta banda criminal organizada, la democracia estará lastrada de raciocinio. La propagación del abuso del miedo y la proliferación del fango continuará extendiendo e intoxicando a la sociedad de una impostura de odio, ya casi insoportable. La desigualdad es susceptible de ser instrumentalizada en calidad, tanto de pura propaganda, como de carnaza a exhibir como trofeo conseguido ‘por detrás’, perdurando en el tiempo más de lo que el tiempo tolera. Más en un tiempo que exige. Urge un tiempo nuevo, una nueva circunstancia que albergue a una nueva opción política española que apueste por la moderación y la democracia en dignidad. Vale la pena, pues, apostar, desde esta humilde pluma por la ilegalización de esta derecha española que roba, acosa, extorsiona y deja morir”; concluye Ana Isabel Sanz en “El fascismo no es una buena forma de gobernar”... Para consultar utopías, https://insurgentepress.com.mx/author/ibarraaguirreed/
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