Beatriz dice “¡Me escondo del macuspano!”

Beatriz dice “¡Me escondo del macuspano!”

Hace poco más de dos semanas, un colaborador de estas páginas se encontró casualmente con Beatriz Gutiérrez Müller en las proximidades del Zócalo de la Angelópolis.

 

Tras los saludos cordiales y de mucha familiaridad, dado que ella fue su reportera para un programa radiofónico, nuestro amigo le preguntó qué andaba haciendo por ahí.

 

Ella respondió que recién había salido de dar clases de una de las escuelas de la BUAP de donde ella misma es graduada… aunque no se le noten mucho los estudios universitarios.

 

“¡Me escondo del macuspano!”, le dijo. Y tras ello se despidieron.

 

De ese encuentro fortuito fui informado muy poco después.

 

Luego comencé a leer que ella ya vivía en España, que ya era súbdita de los monarcas hispanos y hasta propietaria de una residencia en las afueras de la también llamada Villa del Oso y del Madroño, Madrid.

 

Ya desvirtuó ella esas versiones, en una especie de carta abierta que no tiene destinatario y que, para empezar y como es costumbre inveterada en la secta cuatrotera, se inicia con ataques a los medios de comunicación españoles y mexicanos con los descalificativos más que conocidos y ya carentes de significado por haber sido tantas veces repetidos.

 

Dice que ella y su hijo están en el país. Muestra un cariño y una admiración tal al “macuspano” que, por tanta miel, resultan empalagosos.

 

La redacción carece de sintaxis y hasta de coherencia –“que no le sobra”, para emplear los mismos términos que ella usó para referirse a la presidente Sheinbaum en cuestión de inteligencia--, muy probablemente dictado por sus vísceras y no por su cerebro. No dice, eso sí, que no tenga planeado ir a residir a la península ibérica ni niega que su retoño vaya a estudiar en la Complutense, como se ha publicado allá.

 

Gutiérrez Müller se dice víctima, pero todos sabemos muy bien que ella es una más de nuestras victimarias… ¡aunque, en una operación deslinde, se esconda de usted ya sabe quién!

 

*  *  *

 

Para usted, para mí, salir a cenar los jueves un pozole se ha convertido en un lujo que pocas veces nos podemos dar.

 

Para Andy López gastar 47 mil pesos en una cena, como lo hizo durante sus vacaciones en Tokio, debe ser, es, como quitarle a un gato un pelo, como solemos decir.

 

Porque este tipo se ha ganado a pulso los abundantes recursos económicos que le permiten darse a sí mismo –y a sus acompañantes-- una vida de pompa y de confort, cual si fuese heredero del sultán de Brunéi y no de un pobre hombre que apenas carga con 200 pesos en la cartera.

 

Y no, por favor, no vaya a usted a pensar que esas súbitas riquezas económicas son producto del tráfico de influencias, de los negocios al amparo del poder que aún ejerce su padre, de las coimas que seguramente deben pasarle todos los funcionarios a los que ha incrustado en cargos de alta responsabilidad –y con harto presupuesto-- en dos equipos presidenciales y en entidades de la Federación dizque gobernados por morenistas… y hasta por verdes muy verdes.

 

No sea mal pensado.

 

La fortuna del llamado “júnior del Bienestar” se funda en el éxito de su chocolatería “Rocío”, como este lunes dio cuenta el diario El Universal, pues prácticamente todo “el pueblo bueno y sabio” se vuelca a ese establecimiento para adquirir esas exquisiteces del campo tabasqueño.

 

En visita de uno de los reporteros de ese diario este reciente fin de semana, “se observó una afluencia clientelar ininterrumpida desde la apertura del negocio con filas de hasta 15 minutos. Parejas, familias y hasta en solitario, las personas entran, salen, observan el menú y hacen una fila semiordenada que abarca más de la mitad del establecimiento.”

 

Por eso, para Andy, deben ser nada “pinches 47 mil pesos”. Gana eso y más en minutos. Sobre todo, ¡si no da tickets de compra, defraudando al cliente y al fisco!


 

@AndySKBrown1


 

* Pseudónimo bajo el que se redactan informaciones aportadas por los colaboradores y lectores del portal Índice Político.