Infancia tras los barrotes: cuando los menores viven con sus madres en prisión

Infancia tras los barrotes: cuando los menores viven con sus madres en prisión

Foto: FreePik

En los recintos penitenciarios de México, existe una población vulnerable y a menudo invisible: niños y niñas que viven con sus madres privadas de la libertad. Su infancia se desarrolla en un entorno de reclusión, ajeno a los parques, las escuelas convencionales y el libre esparcimiento.
 

La pregunta que surge es: ¿qué sucede con estos menores? ¿En qué circunstancias se les permite permanecer en prisión y cómo es su vida diaria?

 

La Ley Nacional de Ejecución Penal de México (LNEP) establece el marco jurídico que permite a las mujeres mantener a sus hijos con ellas en prisión, aunque bajo estrictas condiciones y por un tiempo limitado

 

El principio rector que rige estas decisiones es el "interés superior de la niñez", un concepto legal y de derechos humanos que prioriza el bienestar y desarrollo integral del menor.

 

Según la LNEP, los hijos e hijas de mujeres encarceladas pueden permanecer en el centro penitenciario durante las etapas de lactancia y hasta que cumplan los tres años de edad. Sin embargo, esta disposición ha sido objeto de debate y se han propuesto reformas para ampliar el límite de edad a seis años, argumentando que una separación temprana puede afectar gravemente el desarrollo psicosocial del menor. 

 

En la práctica, la edad de separación puede variar dependiendo del centro penitenciario y la legislación local, aunque el límite de los tres años es el más común a nivel nacional. La separación es un momento crítico y doloroso, tanto para la madre como para el niño, y se busca que sea gradual y con apoyo psicológico, aunque esto no siempre se cumple.

 

La vida de un niño en prisión es un desafío constante. A pesar de que la ley establece que deben tener acceso a condiciones dignas, la realidad a menudo es diferente. Estos menores enfrentan múltiples carencias:

 

Una infraestructura inadecuada. Las cárceles no están diseñadas para el desarrollo infantil. Aunque hay áreas de maternidad o espacios de recreación en algunos centros, la mayoría carece de la infraestructura necesaria para garantizar un crecimiento saludable. 

 

La sobrepoblación, el hacinamiento y la falta de higiene son problemas frecuentes a los que no son ajenos.

 

Acceso limitado a servicios básicos. El derecho a una alimentación adecuada, atención médica pediátrica, educación inicial y esparcimiento no siempre está garantizado. Los menores que viven en prisión a menudo sufren las mismas deficiencias del sistema penitenciario que sus madres.

 

Exposición a un entorno hostil. La violencia, la falta de privacidad y el ambiente de control institucional son elementos que definen la vida de estos niños, afectando su desarrollo emocional y psicológico a largo plazo.

 

¿Tienen permitido salir y regresar?

 

Una de las principales preocupaciones es la restricción de la libertad. Los menores que viven en prisión no están oficialmente "privados de la libertad" como sus madres, pero su movilidad está severamente restringida. 

 

La LNEP no especifica explícitamente si pueden salir del penal para convivir con familiares y regresar. Esta posibilidad depende de los reglamentos internos de cada centro penitenciario y de la autorización de las autoridades correspondientes. La realidad es que las salidas son poco frecuentes y sujetas a un complejo proceso burocrático, lo que dificulta la convivencia con el resto de su familia.

 

La separación de la madre es sólo el inicio de un nuevo desafío para estos menores. La transición al exterior, a un entorno que desconocen, es un proceso complejo. Sin un adecuado apoyo psicológico y social, pueden enfrentar dificultades de adaptación, problemas de aprendizaje y una estigmatización que los marca de por vida. 

 

Por ello, organizaciones de la sociedad civil y defensores de los derechos humanos han insistido en la necesidad de programas que garanticen una reinserción gradual y el seguimiento de estos niños, para asegurar que su futuro no esté definido por el lugar donde pasaron sus primeros años de vida.

 

La situación de los menores en prisión es un reflejo de los desafíos del sistema penitenciario mexicano. No solo se trata de garantizar los derechos de las mujeres en reclusión, sino de proteger la infancia que sin haber cometido delito alguno, carga con las consecuencias de la pena de sus madres.

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