AMLO no es un político, es un falso profeta

AMLO no es un político, es un falso profeta

Andrés Manuel López Obrador dijo en la conferencia mañanera de este lunes que los narcotraficantes “son pueblo olvidado”. Sobre los feminicidios, la semana pasada, expresó: “hay mujeres que luchan contra los feminicidios y otras que están en nuestra contra”. Cada día, el mandatario emite mensajes que para cualquier otro político serían devastadores en su carrera. ¿Por qué López Obrador no sufre por esos dichos?

 

La razón es simple y poderosa: porque no es un político, es el líder de un culto. Las concepciones antropológicas del credo establecen como principal base del mismo el concepto “fe”, que es la creencia y esperanza en algo o alguien y que seguir a ese algo o alguien implica el seguimiento de normas de comportamiento social e individual y una determinada actitud vital, puesto que la persona considera esa creencia como un aspecto importante o esencial de la vida.

 

Los seguidores de López Obrador creen que él tiene la solución a los problemas económicos del país debido a una creencia y no al proceso intelectual aristotélico que inicia desde el cuestionamiento. Sus seguidores no se preguntan si las políticas públicas que ha establecido el mandatario son correctas o si estas ya mejoraron directamente su economía. No, los fanáticos del presidente creen irrestrictamente y sin elementos lógicos en que el camino de López Obrador es el correcto y están dispuestos a seguirle.

 

Un político común, que se expresara como se expresa el presidente, enfrentaría el escarnio social. Al expresidente Enrique Peña Nieto le pasaron muchas veces situaciones similares.  De él se burlaban por errores con las fechas o momentos históricos y aunque tenía una enorme cantidad de seguidores provenientes del PRI, la defensa no era tan fuerte como en favor de Andrés Manuel.

 

¿Cuántos errores históricos o mensajes políticamente incorrectos ha tenido Andrés Manuel sin que su imagen se desplome? Está cayendo, pero lentamente y no será absoluta esta caída debido a la enorme base social que le apoya.

 

¿Por qué ocurre así? Sucede que en el caso de López Obrador los seguidores no entran en la tipología de militantes, sino de creyentes. Peña Nieto o el propio Felipe Calderón tienen simpatizantes políticos, pero no seguidores con fe sobre ellos. Debido a ello, cuando el actual presidente es criticado, sus defensores de inmediato le respaldan y atacan con saña a los críticos.

 

Este comportamiento es simbólico. La fe, el credo, es uno de los valores humanos más defendido. Los humanos defendemos nuestras creencias al punto tal que guerras, a lo largo de la historia, han ocurrido a causa de la supuesta certeza de que el credo de cada postura es el correcto.

 

Si alguien critica a López Obrador, en realidad no está criticando a un político en el poder -algo muy usual en México- sino que se critica a la confianza, a la fe que una persona ha depositado en la figura del mandatario. Estás criticando lo más sagrado de alguien y eso es ofensivo, por eso la fiereza detrás de las respuestas. En realidad, la defensa de Andrés Manuel, por parte de sus seguidores, es una defensa de los mismos lopezobradoristas. En el culto no hay nada más sagrado que la certeza de que estás en la alabanza correcta. Así ocurre con el tabasqueño.

 

Por ello cuando López Obrador entra en el terreno de lo político está blindado. Por ello son más los que le defienden en redes sociales que los que defienden a otros perfiles públicos. No se defiende a Calderón o a Peña de la misma forma que al “Mesías Tropical” debido a que ellos son, aunque sean muy respetados, políticos y López Obrador es el profeta del culto llamado Cuarta Transformación.

 

Por años ha integrado su base de seguidores. Un análisis que este lunes publicó el periódico El País revela que los principales seguidores de Andrés Manuel provienen de sectores populares.

 

“La aprobación del presidente se relaciona inversamente con el grado de bienestar económico y social (aproximado por satisfacción de necesidades de espacio, salud e higiene, comodidad, conectividad, etcétera). Es también sensiblemente mayor entre personas en edad de trabajar, y que se desempeñan como independientes. Marginalmente, los hombres también confían más en López Obrador”, indica el análisis.

 

En efecto, los sectores populares son los que más le apoyan. Este apoyo no se basa en un principio intelectual o de comparación o de contraste de indicadores con gobiernos pasados, sino en la llana creencia de que su gobierno es mejor y que está haciendo más cosas por México. Esta creencia por eso es tan difícil de desarraigar, porque no está basada en un proceso de dialéctica intelectual, sino en lo más profundo del ser humano: la esperanza.

 

Mientras los críticos del presidente consideran que señalando constantemente la poca preparación de López Obrador u otros defectos de orden intelectual será minada su popularidad, el mandatario actúa de acuerdo con el guion: construye su arquetipo mesiánico y profético. Divide y polariza porque su maniqueísmo está basado en un asunto de credo. Así, su narrativa se construye de esta forma: “el pasado fue el mal y yo soy el bien, no importa qué digan los medios comprados o mis opositores, mientras tengas fe en mí, yo te prometo un México mejor sin corrupción”.